Osasuna marcó juego, impuso ritmo, y dominó partido de principio a fin. Victoria lógica, justa, e inapelable. ¿Por qué? Sencillamente, sin Kike García, el técnico recupera de todo sus señas de identidad.
Para sacar algo positivo del Bernabéu es preciso aunar un planteamiento realista, ejecutarlo a la perfección, y que paso del tiempo confirme razones. Osasuna lo logró.
Los rojillos dieron un repaso futbolístico al Celta en todos los órdenes del juego, pero se estrelló una y otra vez ante la portería del argentino Dituro, que detuvo todo, hasta un penalti.
El Cádiz vino a ganar, lo mismo que Osasuna. Ambos cogieron el guante y, sin la tensión de la competición y pese al VAR, ofrecieron un encuentro entretenido y con goles. Ganó el mejor.
Partido muy parecido al de la primera vuelta. Entonces ganó el Getafe, que apostó más tras el descanso. En esta ocasión reaccionó Osasuna, pero no tiró a puerta hasta la prolongación. Un fiasco horroroso.
En un partido trabado, casi de patio de colegio por el número de efectivo que reunía el balón a su alrededor, Osasuna propuso más y mejor, con mayor claridad y eficacia, y se impuso al Alavés con todo merecimiento.
Arrasate planteó a Bordalás el partido con sus propias armas, y le igualó. A partir de ahí apenas pudo practicar su juego, pero se trae un punto tan merecido como justo.
Merecido triunfo de Osasuna, inapelable ante un Alavés que, desbordado, medio tiró la toalla. La pena es que el 4-2 no se disfrutó como merecía. En cualquier momento el VAR te quita el gusto.
Demasiado fácil. El Albacete no resultó el rival esperado y, con todo merecimiento, el estadio hizo la ola, entonó el alirón y cantó el “volveremos otra vez” mientras el plantel daba la vuelta al estadio. Osasuna es de Primera.
Raúl García tuvo el 0-3 a bocajarro. Con solo disparar al frente le valía, pero tras unas décimas de segundo, quizás, de confusión mental, lanzó el balón fuera. A los pocos minutos le sustituyó Valverde.