• martes, 25 de marzo de 2025
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COMERCIO LOCAL

Los camioneros siempre paran en el restaurante de este pueblo de Navarra con 50 años de historia

Se trata de un restaurante que va más allá de la comida, ofreciendo descanso y servicios clave para transportistas.

Una imagen del Sarasate Truck Stop.
Una imagen del Sarasate Truck Stop.

En el kilómetro 15 de la Carretera Nacional 240, en el Concejo de Sarasate, se encuentra el Sarasatenea, un lugar que va más allá de ser un simple restaurante. Para los camioneros y trabajadores que recorren las carreteras de Navarra, este lugar se ha convertido en una parada esencial, no solo por su comida, sino por los servicios que ofrece y el trato cercano que reciben.

La historia del Sarasatenea comenzó en 1974, cuando Jesús María Zozaya y María Pilar Lizasoain decidieron ampliar la gasolinera que habían construido en 1970 con un bar-restaurante. Desde entonces, el lugar ha mantenido su esencia: servir comida casera, abundante y a precios justos. Sin embargo, fue en 2020, durante la pandemia, cuando el local dio un giro importante bajo la dirección de Iñaki Zozaya, de la segunda generación familiar.

En esos momentos difíciles, Zozaya se dio cuenta de que los camioneros enfrentaban serias dificultades. Muchos no tenían acceso a lugares donde comer o asearse. Fue entonces cuando decidió ofrecer menús económicos y completos para llevar, pensados especialmente para ellos. Esta iniciativa no solo ayudó a los transportistas en un momento crítico, sino que también marcó el inicio de una nueva etapa para el restaurante. Hoy, cinco años después, muchos de esos camioneros siguen eligiendo el Sarasate Truck Stop como su parada habitual, un claro indicio de la confianza y el aprecio que han desarrollado hacia el lugar.

El restaurante también ha sabido atraer a otros públicos, como excursionistas que, después de recorrer la Ruta del Plazaola, paran a disfrutar de su gastronomía. La carta del Sarasatenea es un reflejo de la cocina tradicional, con platos que han ganado fama entre sus clientes. Entre los más destacados están el codillo, el gorrín, la paella y el chuletón, este último muy elogiado en las reseñas de Google. Los fines de semana, el menú especial de gorrín (que incluye primer plato, ensalada, gorrín y postre) es una de las opciones más solicitadas, con precios que van desde los 25 euros entre semana hasta los 30 euros los fines de semana.

Para quienes prefieren algo más ligero, el pollo asado en horno de leña es otra opción popular, disponible tanto para comer en el local como para llevar, con un precio de 12,50 euros más 2 euros por la ración de patatas. Los sábados, la paella es la estrella, con opciones de carne o marisco a 15 euros por ración. Y si lo que se busca es algo rápido, los bocadillos y platos combinados son una alternativa perfecta.

Pero el Sarasatenea no es solo un restaurante. Es un lugar pensado para cubrir las necesidades de los transportistas. La gasolinera Repsol, completamente equipada, es solo el comienzo. El establecimiento también ofrece venta de aceite de motor a granelservicio de lavanderíaduchas y arreglo de ropa a precios accesibles, todo diseñado para hacer más llevaderas las largas jornadas en la carretera. Además, sus amplias instalaciones están pensadas para el descanso y la comodidad de quienes lo visitan.

El compromiso del Sarasatenea con sus clientes se nota desde temprano. El local abre sus puertas a las 6:00 de la mañana para ofrecer desayunos con cafés, bollos y pintxos. A las 8:30 comienzan los almuerzos, y a partir de las 13:00 se sirven los platos fuertes, con menús diarios y opciones de degustación. Por la noche, el restaurante cierra entre las 21:00 y las 23:00, siempre con la misma atención y calidad. Además, los transportistas y trabajadores disfrutan de precios reducidos, un gesto que refleja el agradecimiento del lugar hacia quienes lo han convertido en su segunda casa.

Con casi 50 años de historia, el Sarasatenea se ha consolidado como un referente en Navarra. Su combinación de cocina tradicional, servicios útiles y un trato cercano lo hacen una parada obligada para quienes transitan por la Comunidad foral. Para los camioneros, en particular, no es solo un lugar donde comer; es un punto de encuentro, un refugio en la carretera y, sobre todo, un ejemplo de cómo un negocio puede adaptarse a las necesidades de sus clientes sin perder su esencia.

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