• viernes, 19 de abril de 2024
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DESCUBRE NAVARRA

El encanto de un pueblo abandonado de Navarra en el que puedes saborear la historia

Se respira paz, y un aire frío en invierno considerable, pero es, sin duda, un buen lugar para hacer una ruta de primavera o verano.

Despoblado de Peña, en la comarca de Sangüesa. IKER SESMA
Despoblado de Peña, en la comarca de Sangüesa. IKER SESMA

No hay muchos pueblos abandonados en Navarra que se puedan visitar y en los que se pueda saborear el gusto de la historia. No es muy grande y hace más de 70 años que no vive nadie, pero su difícil acceso, a 1069 metros de altitud, lo ha preservado no solo del paso del tiempo, sino también de la masificación.

Se trata del Despoblado de Peña, del que hablamos en este reportaje hace unos meses y que además de una iglesia restaurada dedicada a San Martín de Tours y varios edificios de mediados del siglo pasado, conserva la torre del que fue su poderoso castillo, el cual antaño defendía al Reino de Navarra en su frontera con Aragón. 

Peña nació como puesto de vigilancia y defensa contra los musulmanes en el siglo XI. Se construyó por encargo del rey Sancho el Mayor y por su enclave, fue durante mucho tiempo un puesto de control fronterizo del Reyino de Navarra.

Está deshabitado desde los años 50, pero poco antes de que se marchara el último habitante vivió uno de los acontecimientos por los que este desconocido pueblo de la comarca de Sangüesa ha escrito una página memorable en la historia de la Segunda Guerra Mundial.

Despoblado de Peña, en la comarca de Sangüesa. IKER SESMA
Despoblado de Peña, en la comarca de Sangüesa. IKER SESMA

El 11 de noviembre de 1943, cuando la localidad celebraba a su patrón, San Martín, al salir de Misa vieron cruzar el cielo un avión en llamas. Se trataba de un Havilland Mosquito con matrícula LR478 que acababa de ser alcanzado por las baterías antiaereas del ejército nazi que ocupaba el sur de Francia, al otro lado de los Pirineos.

Su piloto era el capitán Donald Cecil Broadbent Walker, pertenciente a la Royal Air Force británica con el rango de Wing Comander. Parece ser que pensó que les daría tiempo de aterrizar en las llanuras del Ebro, en España, país neutral y por tanto ponerse a salvo del ejército nazi. Pero el avión se incendió. Walker y su copiloto, Arthur Maurice Crow, saltaron en paracaidas. Crow aterrizó en Sos del Rey Católico, pero el paracaidas de Walker se enredó en uno de los motores del Mosquito y le arrastró en su caida.

Se estrelló a apenas 500 metros de Peña, al otro lado de la ladera. Los vecinos fueron en su auxilio, pero nada pudieron hacer por su vida, así que lo llevaron al pueblo y lo enterraron en su cementerio.

Siete años más tarde, la Comisión Imperial de Sepulturas de Guerra del ejército británico compró la parcela en la que se depositaron los restos mortales de Walker y colocaron una lápida que a día de hoy sigue siendo visitable y que cada año visitan los montañeros de Sangüesa para rendirle homenaje. 

Tumba del aviador Walker, en el Despoblado de Peña. IKER SESMA
Tumba del aviador Walker, en el Despoblado de Peña. IKER SESMA

Las últimas familias de Peña se marcharon del pueblo en 1953, pero en los años 60, un ermitaño que se alimentaba solo del pan, los huevos, el trigo y la leche que le llevaban los empleados de la vaquería que había cinco kilómetros abajo. Su nombre era Arnaldo de Liedekerke.

Cuentan los más viejos de Cáseda, Sangüesa y Gabarderal que le dejaban la comida a medio kilómetro de distancia para no molestarle y que éste les había dicho que si algún día no se encontraba bien, colgaría una sábana en una de las ventanas visibles cuando ya se enfilan las últimas rampas de acceso.

En las calles del despoblado se respira paz, y un aire frío en invierno considerable, pero es, sin duda, un buen lugar para hacer una ruta de primavera o verano. Y es también, uno de los pocos rincones de Navarra en los que se aprecia cómo la vida se detuvo hace 70 años.


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