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PAMPLONA

Los secretos que esconde la iglesia de San Lorenzo en Pamplona: bóvedas ocultas del siglo XIV

Enormemente conocida por albergar la capilla de San Fermín en su interior, la iglesia de San Lorenzo de Pamplona esconde en su interior neoclásico restos del anterior templo gótico.

Bóvedas encima de los falsos techos de la iglesia de San Lorenzo. PABLO LASAOSA
Bóvedas encima de los falsos techos de la iglesia de San Lorenzo. PABLO LASAOSA

Hablar de arte gótico en Pamplona es pensar en su extraordinaria catedral, su claustro y el sepulcro del rey Carlos III el Noble. También pueden venirle a la mente a uno las iglesias-fortaleza de San Cernin y San Nicolás, cuyas almenas, matacanes y torreones son visibles vestigios de la agitada Edad Media pamplonesa.

Sin embargo, la parroquia de San Lorenzo suele relacionarse directamente con San Fermín o la Dolorosa, dejando a un lado su identidad arquitectónica. Pero en ese templo tan visitado por navarros y foráneos hay un tesoro escondido en las alturas que la parroquia trata de sacar a la luz: dos bóvedas góticas del siglo XIV que quedaron ocultas hace más de doscientos años.

Rodeado en rojo, el muro, los contrafuertes y la torreta del siglo XIV rebajados durante la reedificación.
Rodeado en rojo, el muro, los contrafuertes y la torreta del siglo XIV rebajados durante la reedificación. 

Los orígenes de esta parroquia se remontan al siglo XIII, momento en el cuál la ciudad de Pamplona estaba dividida en distintos burgos amurallados. En el lado más occidental del burgo de San Cernin, aquel que da a los jardines de la Taconera, se levantó un templo gótico que sería dañado a lo largo de dicha centuria, marcada por la conocida como “guerra de la Navarrería”, tras el fin de la dinastía Champaña en el trono navarro y con una regente que había marchado con la heredera a la Corona hasta París.

Los daños que sufrió la iglesia motivaron una reedificación en el siglo XIV, a la que pertenecen los restos que todavía se conservan. Manteniéndose las defensas en este lado del burgo, la iglesia fue levantada siguiendo los cánones arquitectónicos del estilo gótico. Para poder hacernos una idea, es mejor pensar en la nave central de San Saturnino que en la actual neoclásica de San Lorenzo, salvando siempre las diferencias que podían tener en aquella época ambos templos.

Pero la idea de una sola nave con capillas en los laterales, cubiertas con bóvedas de crucería y cuya superficie estaba policromada nos ayudará a verlo más claro. A ello hay que añadir la prominente torre de sillería ubicada en la portada, marcando nuevamente el carácter defensivo del templo dada su ubicación. Incluso en el siglo XV se mantenía una guarnición en esta iglesia, indica el historiador pamplonés Juan José Martinena.

Rodeado en rojo en el plano, la ubicación de las capillas donde se encuentran las bóvedas góticas ocultas.
Rodeado en rojo en el plano, la ubicación de las capillas donde se encuentran las bóvedas góticas ocultas. Plano Fundación Lebrel Blanco

El paso de los siglos haría sufrir distintas intervenciones al templo gótico, siendo la más destacable de ellas la construcción de la capilla barroca de San Fermín en el siglo XVIII, en el espacio ocupado por las dependencias claustrales.

Posteriormente, a comienzos del siglo XIX, el mal estado del templo gótico motivó el diseño neoclásico para su reedificación. Martinena, en su artículo La reedificación neoclásica de la Iglesia de San Lorenzo de Pamplona, indica que el lado que daba a la calle Mayor (donde en su momento se encontraba uno de los accesos a la ciudad por el recinto amurallado) y el ábside eran las zonas donde la antigua fábrica medieval se encontraba más dañada. Dados los escasos ingresos parroquiales y la premura por acometer la obra, la Junta de Obrería se puso en contacto con Juan Antonio de Pagola, quien diseñaría el proyecto. 

Con todo ello, se decidió mantener la torre medieval, así como las dos capillas góticas que quedaban en el lado de la Epístola, es decir, el lado derecho mirando hacia el altar. Puesto que la decoración del interior del templo seguiría una estética neoclasicista, las bóvedas de crucería quedarían tapadas por un falso techo.

Y así se mantienen a día de hoy. Se conservan todavía, sin poder ser vistos por su ubicación, el tramo de muro rebajado con contrafuertes que da al exterior y los restos de la torreta que se encontraba a la derecha de la cabecera. La torre medieval de la entrada, con una portada barroca desde 1743, sería finalmente derruida a comienzos del siglo XX, habiendo sido rebajada en más de un tercio de su altura a mediados de la anterior centuria tras los daños sufridos en el levantamiento del general O’Donnell en 1841, cuando el templo fue víctima de la artillería insurrecta.

Un último vestigio medieval queda en la iglesia: entrando por la calle San Francisco, a mano derecha en la pared sobresale de la pared una estructura de sillería por la cual discurren las escaleras de caracol que subían a la torreta rebajada al aprovechar los muros medievales en 1807.

En cuanto a las bóvedas de crucería del siglo XIV, todavía conservan a día de hoy parte de su policromía original. La más cercana al altar, bajo la cual se encuentra el acceso desde la puerta de la capilla de la Virgen del Pilar a la nave de San Lorenzo, muestra un cielo estrellado en su plementería, mientras que la clave, allá donde se cruzan los nervios, muestra la escena dialogante de dos santos que portan libros bajo doseletes de la época y ante la atenta mirada de la figura de lo que parece un niño.

Cuenta asimismo con una ventana ojival con tracería que se abría al claustro, la actual capilla de San Fermín. A lo largo de la arquivolta que enmarca dicha ventana podemos observar una serie escudos de familias importantes de la época, todo un testimonio de la sociedad navarra de hace siete siglos. La otra capilla sigue la misma disposición de arcos apuntados cruzados y ventana ojival hacia el claustro, pero apenas conserva restos pictóricos que se puedan advertir a simple vista, dado que las paredes fueron encaladas, por lo que puede ser que oculten más cosas.

Pese a los esfuerzos y el interés del párroco de San Lorenzo, Javier Leoz, por estudiar y sacar a la luz este patrimonio oculto, testigo excepcional del periodo medieval pamplonés, la Institución Príncipe de Viana no parece ver oportuno por el momento integrar estos restos góticos en la nave neoclásica.


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