Este lunes 7 de julio, justo al inicio de los Sanfermines 2025, ha regresado al encierro uno de los corredores más veteranos y queridos del recorrido. No ha sido un regreso cualquiera en Pamplona.
Han pasado tres años desde su última carrera y, tras una larga recuperación, ha vuelto al tramo que más conoce: la Cuesta de Santo Domingo con los toros de Fuente Ymbro. En silencio, sin hacer ruido, pero con el corazón latiendo más fuerte que nunca, ha retomado su sitio frente a la hornacina de San Fermín.
Pocas horas antes, había dejado un mensaje en sus redes sociales que ya anticipaba lo especial de la jornada: “Después de tres años sin correr por la rodilla, mañana vuelvo de nuevo a la Cuesta Santo Domingo y esperando que vaya todo bien”. El primer encierro, con toros de la ganadería de Fuente Ymbro, ha sido el escenario de su esperado regreso. Y todo ha salido según lo previsto.
El corredor, de 55 años, se llama Juanjo Martínez Gilabert. Es pamplonés y lleva 32 años corriendo los encierros. Empezó con solo 17, primero participando en los encierros txikis y poco después dando el salto a la cuesta más emblemática del recorrido.
Su experiencia no ha evitado que este reencuentro con los toros se viviera con nervios: “Es un día muy especial para mí. Después de tres años en dique seco por la rodilla, volver otra vez es como el primer día en el encierro”, ha compartido.
Hoy ha corrido donde siempre: en la hornacina de San Fermín, uno de los puntos más tradicionales del tramo de Santo Domingo. “Hay hueco para poder correr en cuanto se retiran los municipales. He aguantado bien. Ya sabes que es hasta donde te dejen. No me he caído, pero hay que esquivar gente que se cruza y otra que se cae al suelo. Esperamos seguir así”, ha explicado con la calma de quien conoce los riesgos.
El reencuentro con viejos conocidos ha sido parte del ritual: “He visto las mismas caras de siempre y he saludado a todos. Les he dicho que soy como Curro Romero, que nunca me retiro”, ha soltado con media sonrisa. Aunque ha sufrido una importante lesión en la rodilla derecha, con rotura del ligamento cruzado y del menisco, hoy ha vuelto a correr sin molestias. “He hecho la carrera y me encuentro muy a gusto ahora. Las sensaciones son muy buenas. No he notado nada. Todo ha ido perfecto”.
La recuperación no ha sido fácil. “Han sido dos operaciones en año y medio”, ha detallado. Aunque en otras ocasiones había intentado salir, reconoce que no estaba preparado. “Salí hace unos años, pero la cabeza no estaba bien. Por mucho que entrenes, lo que cuenta es la cabeza”. Este año, en cambio, se ha encontrado fuerte tanto física como mentalmente: “He salido a entrenar y me encontraba bien. A veces quieres, pero si mentalmente no estás bien, es mejor no salir”.
Juanjo no olvida sus orígenes. Fue uno de los jóvenes que promovieron los encierros txikis con becerros, cuando todavía eran habituales en Pamplona. “Llevamos las firmas y las llevamos al Parlamento. Yo pedía que fuera un encierro txiki con becerros, que es como aprendimos aquí, como se hace en otros sitios. Y ahora es un encierro de carretones”, ha recordado con cierta nostalgia.
En el balcón del Ayuntamiento, cámara en mano y con los nervios a flor de piel, ha seguido la carrera su mujer, Catalina, nacida en Polonia. “Me he despertado a las tres de la mañana y no he sido capaz de dormir. No le he visto a Juanjo. He sacado un montón de fotos con los nervios que yo tenía, con la mano temblando”, ha contado.
Está con él desde hace años y vive en Pamplona desde hace siete, después de que Juanjo la trajera desde Madrid. “Estoy muy contenta. No cambio esto por Madrid ni en sueños. Soy una pamplonesa total. Estoy con mi hijo, pero el resto de la familia está en Polonia”, ha relatado.
Al principio, reconoce él, no le gustaban las fiestas. “Creía que eran de borrachos, según pensaba”, ha explicado entre risas. Con el tiempo, Catalina ha ido descubriendo el otro San Fermín, el de día, el que se vive en las calles, en familia, sin necesidad de noche: “La noche no me mola y de día hay un montón de cosas. Hago buena propaganda de la fiesta en Polonia”, ha dicho Juanjo.
Hoy, su mujer le ha visto de blanco, limpio, sereno y entero. “Apoyándole en lo que le gusta”, ha afirmado con orgullo. Porque después de tres años sin pisar el recorrido, Juanjo ha vuelto. Y lo ha hecho como si nunca se hubiera ido.