- miércoles, 03 de septiembre de 2025
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Creo que en la clase política española con vocación de gobierno, representada básicamente por el PP y el PSOE, pilar derecho y pilar izquierdo del modelo de democracia representativa, no ha caducado la tendencia a centrarse como la única forma de ganar elecciones. Como en la vieja Europa.
Desde que un tal Pedro inició su proyecto para alcanzar los más altos objetivos dentro del PSOE, tuve la suerte de que contara conmigo para acompañarle. Hoy sigo ahí, por varias razones, pero principalmente porque mueve el sentimiento de quienes tenemos votar en primarias, algo difícil de alcanzar y que no se consigue ni con dinero ni con aparatos.
El de Murcia, no, -aunque también va a tener consecuencias su paso por los juzgados-, el otro Pedro Sánchez, el candidato al que "el aparato" socialista no quiere ni ver, pero al que muchos militantes podrían apoyar en las primarias para ganar o, cuando menos, para dar un susto de muerte a los otros candidatos.
El candidato a las primarias del PSOE, Pedro Sánchez, presentó el lunes en Madrid su programa. Dice el ex secretario general de los socialistas que quiere una nueva socialdemocracia, sin embargo leyendo su documento sus recetas en materia económica son antiguas, rancias y sobre todo fracasadas.
Siempre hubo una fracción izquierdista dentro del PSOE. Minoritaria, pero muy activa. Era algo así como una prolongación de las Juventudes Socialistas hasta que con honrosas excepciones esta agrupación dejó de ser cantera de líderes idealistas para transformarse en abrevadero de trepas.
Hay populismos con distintas etiquetas, pero tienen un mínimo común denominador: un caudillo que exige poderes sin control, una relación mística con la gente, el pueblo, las bases o los militantes, para devolverles el poder, que él regentará sin controles, y el monopolio de la verdad.
El anuncio de la vuelta de Pedro Sánchez a la carretera está generando mucha preocupación entre los responsables de la Gestora presidida por Javier Fernández que, como es sabido, lleva meses intentando reducir la crispación interna desatada tras la traumática defenestración del secretario general.
Ser o no ser, esa es la cuestión. A la manera de Hamlet, Pedro Sánchez vive atenazado por las dudas. En la estala de aquel atormentado príncipe de Dinamarca, el defenestrado secretario general duda si proseguir su viaje por España en pos de los militantes del "PSOE de izquierdas" o tirar la toalla.
Curiosa la contención de las fuerzas políticas españolas en sus reacciones tras la muerte de Fidel Castro: parecía que alguna izquierda se sentía más obligada a lanzar alguna velada crítica a la figura ("con claros y oscuros" Iglesias dixit) del líder cubano que la derecha, que extremó su respeto por el fallecido.
El otro día recordaba El Mundo que cuando Álvaro Nadal nuevo ministro de Energía, Turismo y Agenda Digital llegó a la Oficina Económica de la Presidencia del Gobierno, a finales de 2011 ordenó a su equipo aplicar lo que él llamaba "la política de los tres carteles" a todo gran empresario o lobby que apareciera por Moncloa.
Quiso Pedro Sánchez acaparar este sábado un último cuarto de hora de protagonismo, saliendo ante los medios a anunciar su renuncia al escaño y sugiriendo que pasa a convertirse en un 'ala crítica' de su partido, frente a la postura errónea que, al parecer, él interpreta que representa la gestora a la que respalda Susana Díaz y que preside Javier Fernández.