La política se complace en la ironía. Hemos asistido a la apertura de juicio de uno de los más nombrados casos de corrupción: el "caso Gürtel", en el día en el que se conmemora la implantación del calendario gregoriano (4 de octubre de l582), el hecho que dio pié a la legendaria historia de los "10 días que nunca existieron".
Este país nuestro sigue sorprendiéndonos cada día: que nombres como los de Rita Barberá, Manuel Chaves o José Antonio Griñán, que pertenecen al pasado ya inoperativo y hasta algo rancio, hayan sido los que hayan protagonizado los titulares de la semana, resulta, cuando menos, sintomático.
Óscar Fernández Monroy, concejal del Partido Popular en el Ayuntamiento de Bilbao, ha saltado a la palestra de los medios de comunicación nacionales después de protagonizar un polémico vídeo en el que se niega a abonar unas consumiciones en un bar. En las imágenes, captadas por algunos de los clientes del local, se puede observar al edil en un claro estado de embriaguez.
Me preocupó bastante la sesión de la comisión de Economía celebrada el martes en el Congreso de los Diputados, en la que el ministro de Economía (y de no sé ya cuántas cosas más) en funciones, Luis de Guindos, fue severamente vapuleado por diputados de la oposición, a cuenta de sus explicaciones por el fallido nombramiento del ex ministro José Manuel Soria como director ejecutivo del Banco Mundial.
Pues nada: vaya usted preparándose para ir a votar el 18 de diciembre, que es probablemente el único punto en el que habrá un acuerdo político por unanimidad en los próximos meses: en forzar las normas para que, en lugar de ir -o no ir, que sería lo que muchos elegiríamos_ a las urnas el día de Navidad, hacerlo una semana antes.
"El esfuerzo inútil conduce a la melancolía". La reflexión, más que certera, es de Ortega y Gasset y es de perfecta aplicación al acuerdo que, en cuestión de días, firmarán Mariano Rajoy y Albert Rivera. Sus respectivos equipos negociadores se están viendo las caras muchas horas seguidas.
Estoy un poco harto, la verdad, de ver las acreditadas piernas presidenciales subiendo y bajando la ruta da pedra e auga, algo que uno hizo tres años atrás, comprobando que hay que estar en bastante mejor forma de lo que uno está para trotar por la ruta de Ribadumia; o sea, que Rajoy está en forma o más que uno, al menos.