• martes, 21 de enero de 2025
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SAN FERMÍN

Un momento que conmovió a Pamplona: Torrechiva, el mozo que corre con las cenizas de su hijo resultó cogido

El veterano corredor resulto prendido durante el encierro del 14 de julio de los pasados Sanfermines y se vivieron momentos de mucha angustia. 

Alberto Guillamón Salazar, alias 'Torrechiva', corriendo junto a su hijo delante del toro rezagado de El Pilar en el encierro del 14 de julio de 1997.  FOTOGRAFÍA CEDIDA POR EL CORREDOR
Alberto Guillamón Salazar, alias 'Torrechiva', corriendo junto a su hijo delante del toro rezagado de El Pilar en el encierro del 14 de julio de 1997. FOTOGRAFÍA CEDIDA POR EL CORREDOR

Los pasados Sanfermines 2024 dejaron momentos cargados de emoción y tensión, pero ninguno tan impactante como el protagonizado por Alberto Guillamón Salazar, conocido como Torrechiva.

Este corredor veterano, con 68 años y más de medio siglo de experiencia en los encierros de Pamplona, sufrió un violento percance durante el encierro del 14 de julio, el último de estas fiestas, con toros de la legendaria ganadería de Miura.

Torrechiva se ha convertido en una figura emblemática de los encierros no solo por su larga trayectoria, sino también por una historia profundamente conmovedora que salió a la luz días antes del la cogida.​ Corre cada encierro con las cenizas de su hijo fallecido, Alberto Guillamón Prades, conocido como "Torre", también corredor y apasionado de los Sanfermines. Este gesto, que mezcla amor, homenaje y un vínculo que trasciende la vida, ha tocado el corazón de Pamplona y de todos los aficionados al encierro.

El percance ocurrió en la curva de Estafeta, una zona que Torrechiva conoce bien y donde suele correr cada mañana durante los Sanfermines. Uno de los toros de Miura, conocido por su potencia y peligrosidad, embistió contra el vallado donde Guillamón intentaba protegerse tras completar su tramo de carrera. En cuestión de segundos, el toro lo enganchó con los pitones y lo arrastró varios metros. Durante esos instantes de máxima tensión, pareció que el veterano corredor podía haber sufrido graves heridas. Sin embargo, logró zafarse del astado con la experiencia y reflejos de alguien que ha dedicado más de 50 años a correr delante de los toros. Aunque salió golpeado y conmocionado, Guillamón sobrevivió al ataque sin lesiones graves, algo que muchos consideraron un auténtico milagro.

El impacto emocional de este incidente fue mayor porque, unos días antes, se había conocido en este mismo periódico la historia que lo une a su hijo fallecido, con quien compartió uno de los momentos más memorables de su vida en el encierro del 14 de julio de 1997. En aquella carrera, padre e hijo guiaron juntos a un toro rezagado de la ganadería El Pilar. "Es muy difícil que un padre y un hijo coincidan delante del mismo toro en un encierro. Ese día fue mágico", recuerda Guillamón con la voz entrecortada. Una fotografía capturó ese instante, mostrando a ambos corriendo juntos en el tramo del callejón, una imagen que se ha convertido en un tesoro para Guillamón, que la guarda como un símbolo de su conexión con su hijo.

La historia de Torrechiva y su hijo, conocido en la Comunidad Valenciana como uno de los mejores "rodaores" en los festejos taurinos de su tierra, adquirió un cariz trágico el 29 de junio de 1999, cuando Torre falleció en un accidente de tráfico apenas una semana antes de los Sanfermines. Desde entonces, Guillamón lleva sus cenizas consigo en cada encierro. "Eso es sagrado. Lo llevo a todas partes. Es una manera de sentirlo cerca y estar con él", explica con emoción. Solo aquel año, marcado por la pérdida, faltó a su cita con los Sanfermines. Desde entonces, padre e hijo han compartido simbólicamente cada carrera.

A pesar de lo ocurrido este año, Torrechiva no ha dejado de representar el espíritu de los encierros de Pamplona: valor, tradición y amor por una fiesta que va más allá del riesgo o la espectacularidad. Sus 52 años de experiencia como corredor le han permitido conocer todos los tramos del recorrido, aunque en la actualidad prefiere correr en la curva de Mercaderes con Estafeta, una zona que considera más segura. Sin embargo, episodios como el del pasado 14 de julio dejan claro que, incluso para los corredores más veteranos, el encierro sigue siendo impredecible y peligroso.

Alberto Guillamón, más conocido 'Torrechiva', ha sido cogido por un toro de Miura en el octavo encierro de San Fermín 2024. EFE/ Jesus Diges
Alberto Guillamón, más conocido 'Torrechiva', ha sido cogido por un toro de Miura en el octavo encierro de San Fermín 2024. EFE/ Jesus Diges

Guillamón ha vivido momentos de gran peligro a lo largo de su trayectoria. Uno de los más destacados ocurrió en 2014, también en un encierro del 14 de julio, cuando un toro de la ganadería de Miura, llamado "Olivito", hirió gravemente a un corredor australiano en Mercaderes. Guillamón, sin dudarlo, tiró del rabo del toro para salvar la vida del mozo, un acto que recuerda con humildad, pero que dejó huella entre quienes presenciaron aquel momento. A pesar de las cornadas, trompazos y caídas que ha sufrido en más de cinco décadas de encierros, Torrechiva asegura sentirse agradecido: "Solo llevo un puntazo, una cornadita en el brazo que me dio un toro de Santiago Domecq en Telefónica".

Además de correr en Pamplona, Guillamón ha participado en encierros de otras localidades de Navarra, como Tudela y Tafalla, y es un habitual de los festejos taurinos en Castellón, su tierra natal. A quienes se inician en los encierros, les ofrece un consejo claro: "Tiene que saber dónde se mete. No tiene que pensar que, por haber mucha gente, no le va a tocar. Un percance con un toro lo puede tener cualquiera que esté dentro del recorrido". Este año, con menos pretensiones que en su juventud, Torrechiva sigue afrontando cada encierro con la misma pasión y respeto.

El incidente del pasado 14 de julio y la conmovedora historia que hay detrás de este corredor han dejado huella en los Sanfermines de 2024. Torrechiva no solo representa la valentía que define a los encierros, sino también el poder de la memoria, el amor filial y el vínculo irrompible entre un padre y un hijo que, de alguna manera, siguen corriendo juntos cada mañana de San Fermín.

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