María Teresa Nos abrió una panadería en el año 1959 en el popular barrio de la Milagrosa en Pamplona. Su hijo Javier Galbete Nos está al frente de la misma donde se veían antes campos de cultivo y algunos caminos de tierra, y hoy manzanas de casas abigarradas.
La panadería Tere está situada en la calle José María Beobide 5. Muy cerca de otros establecimientos que hemos conocido en esta sección de comercio local en la capital navarra.
Como es el caso, por ejemplo, de la panadería de Virginia Maquírriain que abrió su madre Mari Carmen, o el colegio Víctor Pradera que se ha quedado sin alumnos este curso después de 71 años.
Javier Galbete Nos es un pamplonés que tiene 61 años y está "a falta de dos, tres o cuatro años. Ahí andaremos para la jubilación". En una tienda que "antes era la Milagrosa y hoy es Azpilagaña". La tienda cumplirá 55 años el próximo 20 de agosto. "La abrieron mis padres Teresa Nos y Javier Galbete Echeverría".
En cuanto a un posible relevo para que la tienda alcance una tercera generación, Javier asegura: "Yo creo que no. Mis hijos no siguen, ni quiero que sigan en esto porque el autónomo está muy mal visto. Yo no me he puesto malo nunca porque no puedo estar de baja más que lo imprescindible".
"Ha bajado mucho el comercio aquí en Pamplona. De cuando empezamos con mis padres, ha bajado mucho". Pese a todo "contento. La gente es muy maja aunque algunos han fallecido, pero algún hijo todavía viene. No es lo que había antes", reconoce Javier Galbete.
"Esta panadería sería una de las primeras en el barrio. Aquí he estado jugando a fútbol en la carretera cuando era crio. Yo llevo aquí desde los 20 años. Es decir, son 41 años desde que terminé de hacer la mili. Creo que me jubilaré aquí. Espero que en tres o cuatro años porque los hijos trabajan y yo estoy bien de salud y aguanto".
Su tienda es un pequeño supermercado: "Vendo un poco de todo. Sobre todo pan, bollería y prensa. Solo cierro dos días en Navidad y año nuevo. Antes tuvimos una librería aquí al lado y la cerramos. También tengo galletas, algunas latas y conservas por si algún vecino necesita".
El tipo de cliente ha cambiado, además de las cantidades: "Antes venía cualquier vecino y te compraba cuatro o cinco barras con familias grandes, y ahora está solo y me compra media barra. Hay gente mayor, bastante extranjero y ha cambiado todo. La gente compra lo justo".
El local es de su propiedad: "Lo bueno es que tengo todo pagado, pero un chaval joven no se puede meter en esto. Hemos estado hasta cinco personas trabajando los domingos sin parar. Había cola para entrar y ahora estoy yo solo. En tiempos la tienda estaba llena y ahora somos supervivientes".
"Creo que podemos ser una de las últimas panaderías tradicionales en el barrio y eso que Panasa nos hizo una reforma. Ahora tenemos cafetera y hay degustación de café. Cada vez es más duro venir".
"Los dos hijos (Álvaro e Iñigo) me ayudan lo que pueden. Vienen algún fin de semana. La madre también viene de vez en cuando y se sienta. Yo me noto los domingos ya cansado de toda la semana", finaliza Javier Galbete, que en su momento llegó a ser directivo de la sección de fútbol de Oberena.
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