- lunes, 21 de abril de 2025
- Actualizado 08:29
Confío, querido lector, en que no se me enfade por el título de este comentario, que coincide con el de un libro que aparece en estas horas y de cuya autoría me responsabilizo junto con mi compañero Federico Quevedo: perdón por la autocita y por comenzar, cual un Umbral en tono menor, hablando de 'mi libro'.
Reconozca conmigo que la normalidad nacional no pasa precisamente por el hecho de que los espectadores y telespectadores de lo que podría ser un gran partido de fútbol estén mucho más pendientes de lo que haga una parte del público, con sus banderas y sus silbidos, que de los jugadores que llegan al campo.
Unos lo llaman pacto del botellín y otros pacto del botellón. Ganas de enredar. No es buen comienzo esta vinculación alcohólica -bueno, digamos simplemente recreativa-, del más ruidoso de los vectores aparecidos en vísperas de la campaña electoral como referencia del quinielismo aplicado a lo que podría ocurrir el 26 de junio por la noche.
Políticos y opináticos parecen haber alcanzado un acuerdo sobre los resultados de la próximas elecciones y, desde que se empezó a vislumbrar que íbamos a tener que volver a las urnas, o sea el mismo 20-D, aunque Sánchez no se diera cuenta, vienen a concluir que saldrá más menos lo mismo y que en eso es en lo que coinciden las encuestas.