- lunes, 23 de junio de 2025
- Actualizado 11:39
Va a ser una de las palabras más repetidas de aquí al 26 de junio, fecha en que los españoles que quieran podrán volver a votar merced a la incapacidad, de unos más que de otros, que han demostrado los dirigentes políticos para ponerse de acuerdo tras los comicios del pasado 20 de diciembre.
Si la racionalidad presidiera la política española, que no la preside, los diputados de la efímera o casi nonata legislatura surgida del 20-D serían despedidos, esto es, tendrán vedado el reenganche el 26-J, pues no han hecho el trabajo que se les encomendó y para el que fueron contratados con dinero público.
Si este martes, cuando el Rey Felipe VI finalice su tercera ronda de consultas con los líderes políticos, se confirma que ningún candidato reúne los apoyos necesarios para ser investido Presidente del Gobierno, y por tanto hay que ir a unas nuevas elecciones el domingo 26 de junio, estaremos ante un fracaso sin paliativos de los líderes de los principales partidos. Un fracaso motivado por la incapacidad de esos líderes para ponerse de acuerdo durante los tres meses largos que han tenido desde el pasado 20 de diciembre.
Es cierto que no se puede responsabilizar a podemos de la perpetuación del Partido Popular en el gobierno por no haberse abstenido en la fallida investidura de Sánchez, pero también lo es que si se hubiera abstenido, a éstas alturas habría un nuevo gobierno, el PP se habría ido a la oposición a purificarse un poco, y los españoles no tendrían que volver a votar, previsiblemente lo mismo o parecido, seis meses después de haberlo hecho.
El Rey Felipe es alguien cuya característica principal es, a mi juicio, la prudencia. Descarto, por tanto, que en sus conversaciones con los líderes políticos este lunes y el martes, ensaye algún paso arriesgado, incluyendo dar la sensación de que sus interlocutores puedan sentirse abroncados.
La propuesta lanzada este jueves por Albert Rivera, sugiriendo que el Rey designe a un personaje independiente como candidato a la presidencia del Gobierno previa retirada de los líderes partidarios que aspiran a La Moncloa, es todo un certificado de hasta qué punto quienes aspiran a convertirse en los representantes de los españoles han cosechado lo que ellos mismos confiesan que es un fracaso colectivo.