- martes, 06 de mayo de 2025
- Actualizado 10:09
Llegan con cuentagotas las noticias de Grecia; ocupan un lugar poco destacado en los medios y ningún partido -hablo de Podemos, naturalmente- parece que tenga muchas ganas de seguir llamando "hermano" a Tsipras y menos aún de izar junto a Syriza la bandera que iba a cambiar el rostro inhumano de una Europa tiránica y capitalista hasta la desesperación. Ya nadie habla del inefable Varufakis -ni siquiera el propio Tsipras- que ya no es más que un verso suelto atractivo pero imposible.
Políticos y opináticos parecen haber alcanzado un acuerdo sobre los resultados de la próximas elecciones y, desde que se empezó a vislumbrar que íbamos a tener que volver a las urnas, o sea el mismo 20-D, aunque Sánchez no se diera cuenta, vienen a concluir que saldrá más menos lo mismo y que en eso es en lo que coinciden las encuestas.
Pocas veces he sentido tan profundamente esa sensación de orfandad que sentí el miércoles pasado cuando a las 8 de la mañana acudí a comprar los periódicos y me encontré con un hueco difícil de llenar, el del diario El Mundo, que por primera vez desde su aparición nos dejaba huérfanos.
Va a ser una de las palabras más repetidas de aquí al 26 de junio, fecha en que los españoles que quieran podrán volver a votar merced a la incapacidad, de unos más que de otros, que han demostrado los dirigentes políticos para ponerse de acuerdo tras los comicios del pasado 20 de diciembre.
Si la racionalidad presidiera la política española, que no la preside, los diputados de la efímera o casi nonata legislatura surgida del 20-D serían despedidos, esto es, tendrán vedado el reenganche el 26-J, pues no han hecho el trabajo que se les encomendó y para el que fueron contratados con dinero público.
Si este martes, cuando el Rey Felipe VI finalice su tercera ronda de consultas con los líderes políticos, se confirma que ningún candidato reúne los apoyos necesarios para ser investido Presidente del Gobierno, y por tanto hay que ir a unas nuevas elecciones el domingo 26 de junio, estaremos ante un fracaso sin paliativos de los líderes de los principales partidos. Un fracaso motivado por la incapacidad de esos líderes para ponerse de acuerdo durante los tres meses largos que han tenido desde el pasado 20 de diciembre.