Felipe Yuba Lacalle es un pamplonés de 57 años de edad que lleva media vida en el bar Garre de la capital navarra: "Vine a probar para un año y aquí llevo veintiuno", asegura.
Su bar-restaurante está en pleno barrio de la Milagrosa, uno de los más castizos y populares de la capital navarra. Muy cerca de otros establecimientos que hemos conocido en esta sección de comercio local.
Felipe es un pamplonés de pura cepa. Ha sido presidente de la Peña San Fermín y es un reconocido manguiverde. Su bar está a pocos metros de las instalaciones deportivas de Oberena.
"En Oberena he hecho de todo. He jugado a fútbol, a balonmano, trabajé en la piscina y en el bar de la piscina. Fui socio de la peña y ahora mi abono lo aprovecha un amigo", señala con una sonrisa.
Felipe asegura: "Si te gusta la hostelería esto es bonito. Tratas con la gente del barrio todos los días. Al final esto es más una sociedad que un bar. Conoces a todos. Te llevas bien con todo el mundo. Sabes de que cojea cada uno. Lo que le gusta a uno, lo que le gusta a otro. A mi me gusta esta vida".
En cuanto a sus clientes, el dueño del bar ofrece un dato muy curioso: "Me lo tomo un poco a risa. Tengo una clientela de entre 45 y 70 años. Todos solterones que viven con sus padres. Es algo curioso".
"A las mañanas hay gente de oficinas, talleres y tiendas pequeñas, pero la gente fija son todo mozos viejos. Es buena clientela para mí porque viven con los padres, trabajan y se gastan el sueldo en el bar", indica Felipe Yuba.
Ahora lleva unos años en los que han vuelto otro tipo de clientela: "Son los antiguos habitantes del barrio que se han separado o divorciado y vuelven a vivir a casa de sus padres. Y luego el fin de semana trabajo con gente más joven de 25 a 40 años con comidas y cenas de gente que está de competición en el estadio Larrabide".
Tiene el mismo menú todos los días del año: "Es precio es el mismo de lunes a domingo a 14 euros". Son dieciséis primeros, dieciséis segundos, bebida, pan, postre y café. "Ya le he cogido el truco y no quiero experimentar. Un día normal doy cerca de veinte menús y el fin de semana unos cuarenta y cinco de media", señala Felipe Yuba.
A raíz de la pandemia ha notado algo curioso en los clientes: "La gente sale más que antes y han cambiado las comidas por las cenas. Una cosa buena que ha dejado la pandemia es que la gente llama para reservar. Te llama con tiempo y viene bien para trabajar".
Sus productos son lo que hay de temporada: "Espárrago, tomate de huerta, hongos que ahora hay un montón. El ajoarriero y las albóndigas es lo que más vendo. Los hago tres o cuatro veces a la semana como me enseñó mi madre a rajatabla", afirma el dueño del bar Garre.
También destaca "los callos y carrilleras tanto para almuerzos como para las comidas. Los pinchos de panceta fresca son los que más vendo, aunque nunca fallan los huevos con tomate y jamón", afirma Felipe Yuba.
Comenzó trabajando con dos hermanos, pero uno de ellos, Javier, falleció. "Aquí trabajo ahora con mi hermano Miguel y con un camarero. En ocasiones puntuales me ayudan mi hijo y mi mujer".
Felipe se siente feliz en su bar: "Si tienes la suerte de tener un trabajo donde empatizas con la gente, estás a gusto y te genera un beneficio... Vengo a las 8 de la mañana y me voy a las 11 de la noche. Duermo en la Rochapea donde compré un piso, pero lo cierto es que el barrio ni lo conozco".
Ahora coge fiesta sábados y domingos para poder cazar, su gran afición, "pero de marzo a septiembre vengo todos los días. No me importa porque lo llevo bien con la familia. Éramos ocho hermanos que nacimos todos aquí en la calle Goroabe, donde aún vive mi madre", concluye Felipe Yuba.
