• martes, 29 de abril de 2025
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Opinión

La triste, preocupante y trágica situación de Cataluña y, por extensión, de España, me ha llevado a volver a leer las obras de Ortega y Gasset: “La España invertebrada” y “La rebelión de las masas”.

Durante estas semanas no hay tertulia en la calle que no introduzca en su debate el artículo 155 de la Constitución Española (CE), como si solo éste fuera el problema de nuestro querido país, España, con una de sus Comunidades Autónomas, Cataluña.

Escribo el título de este artículo en euskera por si Barkos se despista y me da una subvención por difusión de la lengua vasca, que con menos a algunos los ha forrado de billetes en el último reparto de subvenciones a medios de comunicación de Navarra.

Habrán visto que el Princesa de Asturias de este año ha sido para los All Blacks, la selección neozelandesa de rugby. Bueno, habrán visto sólo la haka, su baile tribal.

Si Ramiro de Maeztu levantase la cabeza, seguramente la volvía a meter entre lágrimas de decepción y vergüenza por lo que se entiende a día de hoy como Día de la Hispanidad.

“Llevaba tiempo queriendo comentarte tu columna de septiembre, pero entre una cosa y otra no he tenido oportunidad; septiembre no tiene por qué ser un mes negativo”

Navarra, cuya imagen está secuestrada por un gobierno de ocurrencias absurdas compuesto por nacionalistas vascos de izquierda y derecha, ha vuelto a hacer un ridículo tan grande como los anillos de Saturno.

Osasuna se encarama al liderato con una nueva victoria apurada pero suficiente frente al Albacete de Martín Monreal, a la par que coge el pulso a la categoría con más argumentos.​

La Pamplona nacionalista vasca del cuatripartito es una ciudad muerta y a la vez desquiciada, silenciosa en sus calles y gritona en sus corrillos digitales, tras los visillos de viejas dos punto cero que con ojos de odio no miran, anotan para delatar en la redes.

En una semana marcada por la dimisión del portavoz de Fran Canal, los rojillos se reivindican en Cádiz con tres penaltis detenidos y dos golazos de campanillas.

En una de esas cuatro o cinco vidas anteriores que he tenido, tuve la suerte de ver muchos conciertos desde sus espaldas, en las tripas, donde todo parece que es un caos y siempre parece a punto de derrumbarse.

“El camino correcto siempre es el más difícil. Por eso es mucho más fácil luchar para saltarse las leyes que hacerlo para cambiarlas” (Álvaro Arbeloa, futbolista).

Rajoy debe dejar de escudarse tras la acción de la justicia y tiene que aplicar el artículo 155 de la Constitución, que prevé la intervención de una comunidad autónoma, tras constatar el golpe a la democracia asestado por el Gobierno de Puigdemont.

Con permiso de su autoridad, señor Director, permítase una mirada un poco más allá del borde cuenco (Ezkaba, El Perdón, Alaiz-Aranguren y Etxauri-Zabalgoien). Y bastante más allá de las exigencias autoimpuestas sobre “unas fiestas sin igual, riau, riau”.

La isla desierta del documental 'Elkarrekin - Together' se convierte en un laberinto que esconde vestigios arqueológicos y un tesoro de valores universales.

Estoy por montarme un blog de viajes y de música, que tanto nacionalismo vasco me tiene saturado, y retirarme ahí. Mientras me lo pienso, sigo con lo mío, que es un poco lo de siempre: Dios, leyes viejas, risas, cerveza fría y estatuto de autonomía.

Los hombres de Diego Martínez vuelven a decepcionar en Reus. Ante un rival inferior vuelven a dar una lección de ánimo encogido, juego tedioso y falta de mordiente. El punto sabe a muy poco.

Este es uno de los principios básicos de la Programación Neurolingüistica, PNL, y no sé si es el mejor momento para comentarla, o quizás sí. Quizás sea el momento más oportuno.

El espectáculo de ver a un estado en acción, defendiéndose, es admirable. Yo pondría gradas para que los ciudadanos disfrutaran de ver la maquinaria engrasada que pagan con sus impuestos poniendo orden en el caos.

El pasado 17 de agosto, por desgracia, Barcelona copaba todas las portadas de medios internacionales del mundo. Desde Le Monde pasando por The Telegraph o Al Jazeera retransmitían en directo cómo una furgoneta arrollaba en las Ramblas de Barcelona a centenares de personas y mataba a trece de ellas.

Por mucho anuncio de niño feliz, coleccionables estupendos, cursos de todos los idiomas y promociones de gimnasios y ropa deportiva, esto de volver en septiembre cada vez cuesta más. Sobre todo si se vuelve al mismo lugar que se dejó.

La de Cataluña,  los catalanes y la del resto de España. Veo gente sorprendida diciendo aquello de “como hemos podido llegar a ésto” y el que no sale de su asombro es el que escribe. Quizá recordando algún mimbre podamos deducir la cesta.

Que para estudiar una carrera universitaria hay que salir de Tudela es al 99% una realidad. Lo hicimos muchos lo que nos sirvió por un lado para adquirir conocimiento y por otro para madurar en varios aspectos de la vida.

Me asombra la capacidad de reacción que tenemos, y me pone la piel de gallina escuchar retumbar ese “No tinc por”, pero he llegado a la conclusión de que yo sí tengo miedo, me siento frágil.

Desde luego no es el primero y lamentablemente no será el último show. En medio de la plaza pública mediática se atribuyen la capacidad de alcanzar todos los detalles de un caso sobre la aplicación del Convenio de La Haya, nada menos. Detalles que, en la Sala de Vistas de cualquier Juzgado, se celebraría a puerta cerrada: sin audiencia pública.

La semana pasada se celebró en una localidad cercana un acto de bienvenida y homenaje a un violador que acababa de salir de la cárcel. Como lo leen. De hecho, es una realidad que se repite en los últimos meses.

Esto es más antiguo que el hilo negro, aunque alguno se desgañite gritándote como ese carterista al que trincas con su mano dentro de tu bolsillo, en el metro, y que para zafarse empieza a llamarte, como un energúmeno, racista, cuando le dices que qué coño hace con su puta mano en tu bolsillo.

Salí, más bien entré, soy un sentimental que no puede pasar de largo, a tomarle el pulso a la ciudad. Desde el primer minuto te das cuenta de que está para practicarle maniobras de resurrección porque aquí no late nada.