- lunes, 23 de junio de 2025
- Actualizado 20:07
Resulta comprensible que la foto de una Infanta de España sentada en el banquillo de los acusados concite un lógico interés mediático porque todos los segmentos de la población esperaban este día; unos para ver si se aplicaba la doctrina Botín y otros para discutir el modelo que podría llevar para la ocasión la encausada.
Quien, como yo mismo, pasó la tarde y parte de la noche del domingo contemplando la sesión del Parlament catalán en la que, de urgencia, se invistió a Carles Puigdemont como nuevo -y sorprendente- president de la Generalitat, sin duda que, fuese el espectador independentista o no, acabó con un nudo en el estómago.
Se acaban de cerrar los cuatro años del gobierno del PP y en materia de empleo hay que decir que, a pesar de que aún hay cuatro millones de personas que no han logrado encontrar un empleo, se ha conseguido mejorar el registro que había dejado el Ejecutivo de Zapatero a finales de 2011.
Produce una enorme tranquilidad observar a nuestros políticos jugar con el ábaco, encerrados con el juguete de la aritmética, tanto en Madrid como en Barcelona, calculando con cuántos diputados pueden joder al contrincante, porque eso es una señal inequívoca de que ya están resueltos los problemas que nos preocupan a la mayoría de los españoles: el paro, la crisis y el terrorismo yihadista.
Tras el repudio de la CUP a apoyar su investidura, si su presencia en la vida política estuviera regida por criterios de dignidad, a estas horas, el ciudadano Artur Mas ya habría anunciado nuevas elecciones en Cataluña renunciando a presentarse como candidato a presidir la "Generalitat".
La defensa del expresidente de la Generalitat de Cataluña, Jordi Pujol Soley, ha asegurado que el patrimonio familiar de su cliente no tiene ninguna "conexión" con un ejercicio "desviado o torcido" de la gestión pública, por lo que su incriminación por un presunto delito continuado de blanqueo de capitales carece de fundamento.
En el PSOE están ofreciendo a los españoles un espectáculo que linda con el esperpento y que produce el insólito efecto, entre otros, de conseguir que casi nos olvidemos de la situación realmente agónica del PP, cuya salida es inexistente si no es con nuevas elecciones generales, de las que podría salir favorecido gracias a la estupidez socialista.