- martes, 06 de mayo de 2025
- Actualizado 03:43
Antonio Garrigues que es un animal político apasionado por todo pero, especialmente, por este "mundo inquietante y fascinante" que estamos viviendo, no es demasiado optimista sobre las posibilidades de pactos políticos porque es consciente de que "vamos a convivir con un estamento político complicado".
Los socialistas manejan estudios demoscópicos que, allá donde la realidad se confunde con los deseos, anuncian que la coalición de Podemos Unidos (no es casual el alterado orden de los factores) cosechará menos votos que Podemos Separados (suma de los obtenidos el 20-D por IU y Podemos), aunque pueden obtener más escaños.
Venezuela, al parecer, se ha colado en la campaña, y aunque más razonable sería que se hubieran colado Orense, Teruel, Soria, Badajoz, Huelva o Murcia, pues se trata de la campaña electoral de unos comicios españoles, no deja de tener su poco de lógica esa intrusión del bello y desventurado país del Caribe
Confío, querido lector, en que no se me enfade por el título de este comentario, que coincide con el de un libro que aparece en estas horas y de cuya autoría me responsabilizo junto con mi compañero Federico Quevedo: perdón por la autocita y por comenzar, cual un Umbral en tono menor, hablando de 'mi libro'.
Reconozca conmigo que la normalidad nacional no pasa precisamente por el hecho de que los espectadores y telespectadores de lo que podría ser un gran partido de fútbol estén mucho más pendientes de lo que haga una parte del público, con sus banderas y sus silbidos, que de los jugadores que llegan al campo.
Se han cumplido cinco años del 15-M y lo que en principio pareció una simple concentración en la madrileña Puerta del Sol, que le dio más de un dolor de cabeza al gobierno socialista de turno, se convirtió poco después en un repulsivo que hizo despertar a una adormecida sociedad que asistía atónita, pero expectante, al efecto dominó que empezó a vislumbrarse.
Empieza a resultar bochornoso el comportamiento de no pocos medios y periodistas que o bien por olvidar la esencia de su profesión y trastornarla en base a ideologías en un ejercicio de apoyo sistemático a la "causa", o bien por miedo a ser tachados de enemigos y fachas, otorgan a Podemos un trato ya no de favor y alfombra sino de poseedores de una bula que les pone a salvo de cualquier crítica, pregunta incómoda y ya no digamos una repregunta que les coloque ante sus vergüenzas.
Unos lo llaman pacto del botellín y otros pacto del botellón. Ganas de enredar. No es buen comienzo esta vinculación alcohólica -bueno, digamos simplemente recreativa-, del más ruidoso de los vectores aparecidos en vísperas de la campaña electoral como referencia del quinielismo aplicado a lo que podría ocurrir el 26 de junio por la noche.