• lunes, 16 de junio de 2025
  • Actualizado 16:53

Opinión

Llevo años leyendo a una infinidad de jipis contándonos que los toros están muertos, que es una cosa del pasado, que ya no enganchan a las nuevas generaciones, que languidecen, que sin toros los Sanfermines funcionarían igual de bien. 
Más de mil días después, aquí estamos de nuevo. Nuestra intención no es sentar cátedra, como el bueno de Fray Luis de León, sino juntar "humildemente" unas cuantas letras que vengan a resumir lo vivido en las calles de Pamplona en el primero de los encierros de este 2022. 
Aún tenemos una misión que completar aquí, aún tenemos un día más de regalo para disfrutar de la luz cálida y dulce que barre la calle Mercaderes a las ocho menos un minuto, con las torres de la iglesias de San Cernin al fondo, antes que se desencadene el diluvio y el torrente llene el cauce, formado de maderos pulidos, de respiraciones y miradas y gritos.
 Aún quedan dos días para el chupinazo y la gente pasea como perdida, sin saber muy bien qué hacer, sin saber cómo acortar la eternidad de los trescientos años de San Virila escuchando el trino de un pájaro.

Este ha sido el año más largo de mi vida, más de mil días, oigan. Ha durado 1.087 para ser exactos, una barbaridad, pero, por fin, el miércoles podremos celebrar el año nuevo otra vez, porque los de Pamplona celebramos el año nuevo cuando nos parece bien, faltaría más.

 Arranquen esos carteles insultantes de sus comunidades de que ahí no aceptan publicidad y dejen a la gente hacer bien su trabajar, metiendo en cada buzón un papel, un simple papel que consigue el milagro de hacer de este mundo un lugar mejor. 
El problema con el euskera es que es una lengua ideológica y no de comunicación. Es decir, aspiran a que sus hablantes abracen no solo un idioma con el que no señalar las cosas con el dedo, sino un conjunto de premisas políticas homogéneas para sus usuarios. 
Por fin es verano en Irroña y como es tradicional desde hace unos cuantos años hace frío. Ya nadie habla de los dos días de hace una semana que hizo calor y que abrió los telediarios y las conversaciones de ascensor.
Ya no somos aquella Navarra, foral, española, diferenciada, región europea puntera, próspera, de aceptable nivel de vida, y cuyos servicios e infraestructuras (comunicaciones) eran elogiados por el resto de la nación.

Se dice que el fuego purifica, que acaba con lo malo y deja todo preparado para que florezca lo bueno, por eso las hogueras de San Juan, y lo de quemar lo malo. Pero también arrasa y se puede llevar por delante más de lo que debería, o de lo que esperamos.

Justo antes de quedarme dormido ruge un avión nocturno con un sonido extraño que no reconozco. Este no es un avión comercial al uso, pienso, y cojo el móvil de la mesilla intrigado para buscarlo en internet. Necesitamos saberlo todo, todo el rato. 
Cuando hace calor ningún atardecer te mata, ni aunque te entretengas en ponerte doblado a cervezas mientras el sol cae bajo el mar, allá en el horizonte, o tras el cabezón de Echaurí.
Hace unos días Andrés Calamaro publicó en redes sociales una foto suya en Las ventas con Isabel Díaz Ayuso. “La tormenta perfecta”, pensé. Y así fue, empezó una de esas cosas que ahora llaman ciclogénesis explosiva y que antes conocíamos como tormenta tremenda, poco tardó en aparecer el castigador “tú antes molabas”.

Sánchez, como ese loco déspota que mueve piezas en un mapa del mundo creyéndose un genio, estaba convencido de que como era el más listo de la clase, y el más guapo, podía solucionar el cabreo de Marruecos humillando a Argelia.

Me acerqué despacio cuando se dio la vuelta para alejarse de allí y le pregunté en francés si le conocía. Se me quedó mirando, escrutándome, como si debiera o no hacerlo, y al final me enseñó una foto de dos soldados de la Wehrmach que sacó de la cartera.

Calamaro dice que no se puede decir que una canción es mala, que acusar de maldad es una temeridad. Puede que tenga razón, que las cosas no sean malas en sí mismas y que dependen de cómo las percibimos, de qué hacemos con ellas. Que seamos nosotros quienes las hacemos malas o buenas, importantes o insignificantes.

Leo con preocupación, datos que nos presentó esta semana el ministerio del interior, que en solo un año los delitos sexuales en Navarra han aumentado un 90%. ¿No habíamos quedado que en Navarra no se toleraban este tipo de agresiones? Yo ya no entiendo nada.

Avanzaba este fin de semana por el paseo de Sarasate y al entrar en el pasillo de la tómbola de siempre, es como si el mundo se hubiera puesto del revés, como si me hubieran cambiado la ciudad, dándomela la vuelta, como si un espejo la hubiera reflejado para meterte a ti, espectador, dentro.

Es una vergüenza, no se puede seguir así. Que alguien decida llevarse por delante a una veintena de niños y que las profesoras no vayan armadas para defenderse. O que unas niñas de trece años vayan provocando impunemente. Lo ponen muy fácil, así no hay quien se pueda comportar. Putas víctimas, luego encima se quejan.

En España hay tres sistemas fiscales. Navarra, País Vasco y resto de España son tres entres que pueden fijar sus impuestos de manera autónoma. Pues en Navarra pudiendo ser un paraíso, los aberchándales han decidido que seamos un infierno fiscal para quien podría generar empleo.

¿Se han preguntado alguna vez por qué se acuerdan de ciertas situaciones o personas? ¿O cuál es el mecanismo que activa eso de “aunque no nos veamos en años, es como si nos hubiéramos visto ayer”? ¿Qué es lo que nos hace perdurar?

Si han recibido algún curso en los últimos años seguro que les han contado lo de los tres “saberes”; el saber, saber hacer y saber ser. Sin embargo aquí falta un cuarto saber fundamental, el “para qué” saber. Cualquiera produce, pero no es tan fácil producir bien.
Es una de las frases más repetidas en este mes en el que el país se ha convertido en la T.I.A., donde cualquiera se cuela en tu teléfono y conoce toda tu vida. Qué quieren que les diga, a mi alguien que me dice que no tiene nada que esconder me genera desconfianza…
Yo sé que es lo que te conviene, dice sobre todo la izquierda, que es que pertenezcas dócil a un sistema y en un sistema del que primero vivo soy yo, diseñándolo, cobrando sueldos, subvenciones, haciéndote trabajar para quitarte a impuestos cada vez más salvajes.
Es lo que hay cuando tus gobiernos solo persiguen no hacer sombra económica a la Comunidad Autónoma Vasca, tierra matriz de los partidos regionales aberchándales que mandan en la Navarra de la títere Txibite.
Cada vez me cuesta más seguir creyendo en Rousseau y en eso que decía del ser humano que es bueno por naturaleza, pero me reconcilia con él revisar “El contrato social”.
Al final, al único que le va a penalizar políticamente su relación con ETA es a Ortega Lara. Les tendrá que pedir perdón a los aberchándales, la izquierda está a un solo paso de escupírselo, por dejarse meter en un zulo durante más de un año.
No me sorprende en absoluto que el nacionalismo vasco expansionista ansíe hacerse con la apetitosa Navarra. Me cuesta más aceptar que haya navarros que sueñan con ser gobernados desde Bilbao.
¿Se acuerdan de El Dioni?, seguro que sí, aquel vigilante de seguridad que se llevó un furgón cargado con doscientos noventa y ocho millones de pesetas en 1989. Ahora habría quien lo llamaría comisión.