• jueves, 19 de junio de 2025
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Opinión

La bolsa no parece encontrar suelo. Las pérdidas en lo que va de año suman ya más del 10 por ciento y pocos se atreven a pronosticar qué puede pasar.

"Ni Patxi López ni Albert Rivera ni Pablo Iglesias ni nadie. Fue Diego, el hijo de Carolina Bescansa, el protagonista indiscutible de la apertura de las Cortes en la XI legislatura".

Hay una frase de Adolfo Suárez que rescato y que describe como ninguna otra lo ocurrido el miércoles en la Carrera de San Jerónimo: Vamos a elevar a categoría política de normal lo que a nivel de calle es sencillamente normal.

Desde que en 1977 se abrieron las Cortes democráticas he pasado buena parte de mi vida profesional en las Cortes y por tanto he asistido al primer día de diez legislaturas. 

Escribo desde Barcelona, a donde he viajado no sé si tanto por otros motivos profesionales cuanto para comprobar -como decía mi amigo José Virgilio Colchero- la 'temperatura ambiente'.

Se han puesto de acuerdo para elegir al presidente del Congreso de los Diputados -un acuerdo, un pacto, una transacción, por fin- y ni siquiera han sido capaces de reconocer abiertamente que lo han hecho.

Francisco Javier López Álvarez, más conocido como Patxi López, quien fuera Secretario General del Partido Socialista de Euskadi y  Lehendakari del Gobierno vasco, fue elegido ayer para ocupar la tercera magistratura del Estado, la presidencia del Congreso de Diputados.

El nuevo presidente de la Generalitat no parece que vaya a ser un líder de masas. No se desplaza rodeado de entusiasmo. 

El Gobierno de Navarra debate la renovación del convenio de asistencia sanitaria que la Clínica de la Universidad de Navarra presta a los ciudadanos que vivimos en esta comunidad, no sólo a los trabajadores de la Universidad de Navarra.

La cuestión no es que Carolina Bescansa no quiera separarse de su niño por nada del mundo, sino si es bueno y saludable para éste pasarse cuatro o cinco horas en un local atestado de adultos con sus correspondientes toses, voces y trasiegos.

Arranca la legislatura con tanta novedad parlamentaria como incertidumbre política. Ya habíamos tenido en las Cámaras diputados  que se declaraban contrarios al sistema. 

Casualmente el pasado día 1 de enero estaba con mi familia en Colonia. Hacía apenas unas horas que se habían producido los abusos masivos a mujeres allí y en otras ciudades alemanas, sin que ni los periódicos ni la televisión ni los medios de comunicación hicieran alusión al asunto. 

Comienza una partida de poker descubierto. Una partida para la que se necesitan nervios de acero porque el desafío de los independentistas catalanes exige a las principales responsables del Estado no cometer errores.

Cambiamos el guarismo y entramos de lleno en 2016, un año que ni mucho menos será de transición para el mundo del toro atendiendo a los cambios que tanto desde dentro como desde fuera parece que se irán sucediendo a lo largo de la temporada.

Aún no había concluido la sesión de investidura de Carles Puigdemont como presidente de la Genralitat cuando Rajoy aparecía en televisión para afirmar con solemnidad que no va a permitir la secesión de Cataluña y que cuenta con el respaldo del PSOE y de Ciudadanos.

Por todos es sabido que el sandinismo se convirtió en la continuación del régimen dictatorial que derrocó, con ayuda de nuestro consejero de educación José Luis Mendoza (fusil en mano), pero no así las relaciones que tenía el presidente de Nicaragua en 1997 Daniel Ortega.

Resulta comprensible que la foto de una Infanta de España sentada en el banquillo de los acusados concite un lógico interés mediático porque todos los segmentos de la población esperaban este día; unos para ver si se aplicaba la doctrina Botín y otros para discutir el modelo que podría llevar para la ocasión la encausada. 

Quien, como yo mismo, pasó la tarde y parte de la noche del domingo contemplando la sesión del Parlament catalán en la que, de urgencia, se invistió a Carles Puigdemont como nuevo -y sorprendente- president de la Generalitat, sin duda que, fuese el espectador independentista o no, acabó con un nudo en el estómago.

La frase que da pie al titular de esta columna la pronunció la líder de la oposición en el Parlamento de Cataluña, Inés Arrimadas, de Ciudadanos, durante el pleno exprés de investidura del nuevo Presidente de la Generalitat, Carles Puigdemont, celebrado este pasado domingo.

Tras la inopinada retirada de Artur Mas, la política catalana ha dado un vuelco, cambiando de paso, el escenario político del Estado.

Aunque la cabeza pide hablar hoy del acuerdo que empuja a Cataluña hacia la secesión, en contra de la convivencia entre españoles, de la Constitución, del sentido común y de la mayoría de los catalanes, el corazón pide hablar de otro problema, el de los refugiados en Europa, que se está agravando y que puede acabar en un drama.

Había que ver lo contento que estaba Artur Mas, en su último mensaje como 'president', hablando el sábado en cuatro idiomas y viendo que, en el fondo, y aunque haya sido a costa de traiciones al electorado catalán, su venganza contra el Estado se consumaba.

Me gustaría no tener que escribirte esta carta. Sin embargo, me veo en la obligación de hacerlo después de leer una entrevista reciente en la que hacías una referencia directa a mi persona. Espero que comprendas la necesidad de estas líneas para puntualizar algunas cuestiones que considero esenciales.

A la vista del escenario político surgido de las urnas del 20D y ante la fase de entropía en la que parece haber entrado

“Feliz año. Que el 2016 te traiga todo lo que mereces y te haga muy feliz. ¡Y no cambies nunca!” Y luego vienen entre 3 y 25 caras amarillas que guiñan un ojo, te mandan besos, lanzan corazones, tienen lagrimas gigantes y algunos incluso cuernos (a.k.a. emoticonos)

Con esa tendencia tan nuestra, tan española, el debate sobre el PAI ha girado hacia una confrontación entre la enseñanza en inglés, en euskera y en castellano (español). “Es cuestión de elección”, se dice, “de respeto a la libertad de los padres” (y madres).

Para la inmensa mayoría de los políticos españoles, el verbo dimitir no existe. Le tienen tanta aversión que lo han eliminado de su vocabulario.

Sus Majestades Republicanas. ¿Por qué no? Que los Magos de Oriente sean y se llamen Melchor, Gaspar y Baltasar