"Ninguna de las personas con las que he tratado, en diferentes lugares de la geografía española, en diferentes etapas de su vida, desde diferentes enfoques profesionales, durante veinte años, ninguna me ha hablado bien de la guerra".
Es una de las frases más repetidas en este mes en el que el país se ha convertido en la T.I.A., donde cualquiera se cuela en tu teléfono y conoce toda tu vida. Qué quieren que les diga, a mi alguien que me dice que no tiene nada que esconder me genera desconfianza…
Sí, sí, o vivir. Nada de morir si no te adaptas. Ya basta de meter miedo con quedarse fuera de los nuevos tiempos y costumbres. Igual Darwin sólo tenía razón a medias…
Habrán oído hablar esta semana de la campaña “Soy mayor, no idiota”, sobre el trato que reciben las personas mayores por parte de los bancos, y el debate que genera sobre la llamada brecha digital. Somos expertos en eufemismos, pero no tanto en soluciones.
No sé ustedes, pero yo de momento me conformo con salir de este dejà vu de restricciones y confinamientos, de protocolos en los que lo único que queda claro es que te las tienes que apañar como puedas. Si tienen hijos confinados, ya saben de que hablo…
En la psicología gestáltica la Ley de cierre es la que dice que nuestro cerebro tiende a completar las partes que faltan de una imagen de modo que adquieran una forma.
Cada tiempo tiene sus costumbres y sus conceptos, y también su evolución. Si en el siglo XVIII surgió el despotismo ilustrado, en este XXI maltrecho lo que prima es la militancia ilustrada.
Leía una historia el otro día de bombas que cayeron en la Segunda Guerra Mundial y que no llegaron a explotar, quedándose clavadas en el suelo como recuerdo de lo que pudo haber pasado y no pasó.