• viernes, 20 de junio de 2025
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Opinión

Al margen de lo más importante, que los secesionistas hayan perdido el plebiscito encubierto que ponía en jaque la unidad de España, en los comicios catalanes se han dado algunos resultados que parecen anticipar tendencias de voto en las próximas elecciones legislativas. El éxito de Ciudadanos (25 diputados, tenían 9) y el fracaso del PP (11 escaños, tenían 19) es uno de ellos.

Es lo que pasa siempre el día después de unas elecciones: que los políticos se tienen que enfrentar a la realidad. Y la realidad es que Artur Mas es un líder cuestionado aunque Oriol Junqueras, su par en Ezquerra, defienda que el actual presidente de la Generalitat debe repetir en el cargo.

Cada una de las elecciones que se van produciendo en España provoca un alud de cambios, de aceleraciones, de sustos y de saltos. Así, hablando de saltos, en las catalanas del pasado domingo, que tantos efectos están teniendo en tantos aspectos, el salto más espectacular, quizá el más prometedor de nuevos récords, fue el de Albert Rivera.

Mas allá de los análisis, que ya se han hecho desde todos los puntos de vista sobre lo ocurrido en las elecciones catalanas, la realidad es que los independentistas han perdido escaños respecto a 2012 y han obtenido menos del 50 por ciento de los votos.

El Ministerio de Hacienda ha hecho públicos los datos sobre la evolución del déficit del Estado hasta agosto pasado y éste se sitúa en el 2,53 por ciento del PIB, casi un punto menos que en el mismo periodo del año pasado.

A estas alturas ya se han hecho en periódicos, tertulias radiofónicas y televisivas todas las lecturas posibles del 27-S. Lecturas casi siempre apasionantes y demasiadas veces apasionadas sobre una realidad que cada cual interpreta a su manera.

El independentismo catalán tiene un techo: poco más de un millón ochocientos mil votos. Es el resultado obtenido por la coalición entre Convergencia y Esquerra, "Junts pel Sí" y por la CUP en estas elecciones autonómicas, pero no solo en esta convocatoria electoral, también en las anteriores en las que el tema de la independencia se puso encima de la mesa.

De casi todos los análisis del resultado de las elecciones catalanas se desprende una cosa muy rara: confusión. Y, más concretamente, la misma confusión que había antes de los comicios, por mucho que ahora salga adornada con una porción de guarismos y porcentajes.

Nada más conocerse los resultados electorales, los secesionistas salieron a celebrar que les habían votado algo menos de un millón de personas, que habían triunfado sin ningún a discusión, que su éxito les parecía relevante, e ignoraron al 1.122.460 ciudadanos que, de una manera explícita, a través de sus votos al PP, PSOE y Ciudadanos, habían mostrado su negativa a la aventura.

Después de tres años con el "raca-raca" independentista a todas horas, resulta que en unas elecciones a las que sus convocantes les dieron el carácter de plebiscitarias, el número de votos contrarios a la independencia son más que los favorables (51,69% contra el 47,78%).

El triunfo en escaños de los partidarios de la independencia (CDC, ERC, CUP) pero no en votos va a tensar el futuro político de Cataluña en sus relaciones con el Gobierno central. Abre las puertas a una Cataluña fracturada entre partidarios y contrarios a la secesión.

Sea cual sea el resultado de las elecciones autonómicas de este domingo en Cataluña, el mínimo común denominador indica que cuando menos habrá diálogo e innovación política en España. Habrá que repensar el Estado, lo cual exige consenso político, como ya sucedió cuando se elaboró la Constitución de 1978.

Los gobiernos de Estados Unidos y China acuerdan el fin del ciberespionaje comercial (y no solo, claro está); se pone así término a una especie de 'guerra mundial' incruenta en el espacio, aunque Rusia, que se va convirtiendo de la mano de Putin en una especie de 'estado gamberro', para nada se une a esa aparente normalización entre la primera potencia mundial y el país emergente por naturaleza.

Parece mentira que una palabra, cuyo significado describe relatos de héroes que los pueblos asimilan con sus orígenes y destino, vaya a influir en unas elecciones como las autonómicas catalanas.

Los mercados están viviendo ya desde hace meses caídas importantes. La bolsa española sin ir más lejos ha roto todos los soportes y ha dejado atrás cotas que no veíamos hacía muchos meses.

Estuve en Barcelona con varios políticos, con bastantes colegas catalanes, con gentes interesadas en la política que en sus teléfonos móviles llevaban encuestas de imposible publicación en los medios merced a una absurda prohibición legal, pero que circulaban de mano en mano.

Seguramente todos los políticos pedirán hoy que las urnas se llenen de votos. No es de extrañar porque las elecciones son y, deben ser siempre, una fiesta de la democracia, el momento álgido de los ciudadanos donde con su voto decidirán el futuro que les espera.