Observando la lucha cainita que devora al PSOE y las maniobras del sector crítico para defenestrar a Pedro Sánchez como panacea para solucionar la crisis que aqueja a este partido que últimamente cuenta las elecciones por derrotas me ha venido a la memoria una frase atribuida a Manuel Azaña.
La ambigüedad pos electoral de Pedro Sánchez, esa que le llevó a decir que "no es no" a Rajoy pero también que no habría terceras elecciones, tenía una razón en clave interna del PSOE que, al despejarse, ha propiciado la guerra abierta entre el secretario general y los dirigentes regionales.
Comprendo que el hecho de que uno, que no es nadie, diga que no entiende a Pedro Sánchez, al secretario general del PSOE y candidato a lo mismo y a la presidencia del Gobierno de España, eso le importe un pito. Aunque, la verdad, seamos legión los que, desde posiciones que algún día fueron de simpatía hacia él, afirmamos ahora nuestra incapacidad de saber a qué diablos responden sus salidas.
Circula por ahí un manifiesto sensato, pero tardío. Demanda una coalición de gobierno de centro-izquierda-derecha integrada por PSOE, Podemos y Ciudadanos respectivamente, con el fin de desalojar al PP del gobierno, en el que lleva cuatro años más casi otro de propina haciendo de las suyas.
Pues nada: vaya usted preparándose para ir a votar el 18 de diciembre, que es probablemente el único punto en el que habrá un acuerdo político por unanimidad en los próximos meses: en forzar las normas para que, en lugar de ir -o no ir, que sería lo que muchos elegiríamos_ a las urnas el día de Navidad, hacerlo una semana antes.
"El esfuerzo inútil conduce a la melancolía". La reflexión, más que certera, es de Ortega y Gasset y es de perfecta aplicación al acuerdo que, en cuestión de días, firmarán Mariano Rajoy y Albert Rivera. Sus respectivos equipos negociadores se están viendo las caras muchas horas seguidas.
Patxi López ha denunciado que el PSOE recibe presiones del Ibex, de los medios, en fin que entre unos y otros parece que al PSOE no se le deja vivir y que ante tanta presión lo que toca hacer es mantener las posiciones ya conocidas: que Rajoy pacte "con las derechas", que busque "potenciales aliados", "que trabaje y abandone la tumbona", etc...
La verdad es que uno, optimista inveterado, opinó en algunas tertulias radiofónicas y televisivas este fin de semana que hay bastantes probabilidades de que, a finales de este mes de agosto de teléfonos rojos, Mariano Rajoy haya logrado formar una mayoría minoritaria -sí, este es un país surrealista- que le sirva para gobernar en precario, contando con el 'sí, pero no', de Ciudadanos -surrealismo puro, ya digo-.
Entre las muchas especulaciones nacidas de la falta de una información sólida sobre conversaciones 'reservadas', contactos 'lejos de la indiscreción de la prensa' y hasta posibles pactos 'subterráneos', proliferan, claro, los rumores y las hipótesis acerca de lo que vaya a ocurrir(nos) en el marco del desmadre político que vivimos.