"Sorprende que un Gobierno tan interesado en promocionar nuestra comunidad con el lanzamiento de Marca Navarra pinche tan clamorosamente en un asunto como este".
Dice el refrán que no hay mal que cien años dure. Antes o después la sociedad navarra despertará, pero será tarde, porque el declive de nuestra economía que inició Uxue Barkos demoliendo las bases que cimentaron el desarrollo y la prosperidad de esta tierra se antoja difícilmente reversible. Y es que las comunidades en las que han encontrado refugio las empresas que aquí hemos maltratado no las dejarán escapar tan fácilmente como nuestros destalentados dirigentes.
"Navarra es un infierno fiscal. Empleamos nuestro Régimen Foral para autolesionarnos. A favor de nuestros mediocres políticos juega el conformismo de una sociedad civil sin pulso. Solo la izquierda y los nacionalistas son capaces de agitar las calles".
Confieso que me preocupa más la ideología proetarra y cavernaria que anida en las cabezas bildutarras que su adicción a la ropa montañera o al chándal, siempre que respeten, eso sí, el “dress code” exigido en aquellos actos señalados en los que los políticos no representan a su partido, sino a su ciudad o a su comunidad
Y es que no podemos pretender, no ya potenciar, sino ni siquiera conservar la industria que dicha iniciativa pone tanto en valor, aplicando medidas opuestas a las que posibilitaron su implantación.
El Viejo Reyno, cada vez más aislado y menos competitivo, continúa su inexorable regreso al pasado de la mano de los gobiernos del cambio, cuyo único logro ha sido vampirizarnos a impuestos. No es casual que el histórico bienestar que nos ha sumido en la autocomplacencia empiece a resquebrajarse.
El Aberri Eguna incluirá previsiblemente un merecidísimo homenaje a los cuatro mayores aceleradores de Bildu en Navarra; Marina Curiel, Xavier Sagardoy, Eloy Del Pozo y Nuria Medina, quienes, rindiendo a los bildutarras su anhelada Jerusalén, han hecho por la Patria Vasca bastante más de lo que ETA consiguió en los años de plomo.
Viendo el pelaje de los personajes que Navarra aporta a la política nacional, me pregunto si una comunidad con tres prestigiosas universidades de cuyas aulas salen las generaciones más preparadas de la historia no merecería estar mejor representada.
En una reciente entrevista, la burladesa Rakel Arjol, flamante presidenta de la Federación de Peñas de Pamplona, se mostraba partidaria de unos Sanfermines sin toros.
Navarra y Pamplona acabarán en manos de los herederos de ETA gracias a la miopía del PSN y ante el silencio cómplice de aquellos socialistas que, aun no comulgando con la deriva suicida de su partido, carecen de valor para decirle al Rey que va desnudo.
Para ganar voluntades, el socialismo ha convertido el Gobierno de Navarra en un gran comedero. Los altos cargos -como denuncia Comptos- se adjudican a dedo, olvidando mérito y capacidad. Y, como la nómina pública puede más que los principios, los afiliados socialistas agraciados con tan generoso maná bendicen cualquier propuesta de la superioridad que les permita seguir disfrutando de sus regalías.