El asunto, con ser grave, no es que el nuevo titular de la Dirección General de Tráfico, Gregorio Serrano, pretendiera apalancarse un piso de la Guardia Civil en Madrid so capa de una misteriosa permuta o trueque, ni tampoco que para que el amplio y céntrico pabellón estuviera a la altura de su nuevo inquilino, se empleara la friolera de 50.000 euros de dinero público para su reforma.