Una apacible tarde dominical de primavera en Pamplona
Estamos rodeados de montañas que nos imposibilita ver el horizonte. Por eso aquí no se pone el sol, se oculta. Por eso aquí cuando muere la tarde no se apaga al instante la luz, que el sol no ha caído, solo hemos dejado de verlo. Por eso flota ese resplandor un instante antes de que todo se apague detrás. En Pamplona no cae la noche, abrupta, se va recostando lentamente.